sábado, 23 de diciembre de 2017

Testigos de las estrellas (2003). Robert C. Wilson

Con esta entrada finalizo las reseñas que he dedicado durante los últimos meses a la alteración de la realidad en la literatura de ciencia-ficción, de la mano de dos grandes maestros como son Philip K. Dick y Robert C. Wilson. Hoy le ha llegado el turno en orden cronológico a "Testigos de las estrellas", la penúltima obra en esa lista de novelas presididas por la alteración de la realidad de Wilson (dado que a "Spin", publicada al año siguiente, ya le dediqué hace años una entrada como parte mi lista de títulos esenciales para adentrarse en el género). Finalista del Premio Hugo de ese año, "Testigos de las estrellas" es una obra muy brillante sobre las primeras evidencias de vida alienígena, que funciona a múltiples niveles: como novela de suspense, como especulación científica, como ensayo filosófico sobre la humanidad y su rol en el universo, y sobre todo, como novela de personajes.

"Las civilizaciones que dan luz a las estructuras de las estrellas (de mar) nunca siguen siendo las mismas". Esta frase, a cuarenta páginas del final, sirve perfectamente como base para reseñar todo lo bueno que encierra este libro. Que en el fondo es la historia de un contacto aparentemente imposible entre humanos y alienígenas que las estrellas de mar hacen posible, pero alterando drásticamente el devenir de ambos como especies. Para ello Wilson crea con rigor y naturalidad Blind Lake (por cierto el título original de la novela), un apartado centro gubernamental en el que, por medio de los casi mágicos procesadores O/CBE, un grupo de científicos logra observar una especie alienígena localizada a cincuenta años luz. Se trata de un lugar tan bien imaginado que llega a hacerse familiar, con su Paseo del Ojo, su Hubble Plaza, sus hileras de casas impersonales... Donde tanto el personal interno como el de apoyo desempeñan sus funciones con una verosimilitud inapelable.

Wilson sigue acumulando aciertos cuando plantea el bloqueo inexplicado de Blind Lake, que sube la tensión, aumenta el interés por el elemento científico y, sobre todo, lleva a sus personajes a situaciones límite. Porque Wilson nos cautiva una vez más con un elenco de personajes bien escogido, mejor caracterizado y que evoluciona ante nuestros ojos conforme los acontecimientos se van sucediendo. Además, Wilson confirma lo buen narrador que es recurriendo a la dosis justa de descripciones, acentuando la negatividad con las continuas referencias al mal tiempo, estructurando la historia en capítulos de duración contenida y sin apenas relleno, dedicando la atención oportuna al elemento científico y empleando una prosa un pelín impersonal pero efectiva.

Por si fuera poco, abundan los capítulos memorables: desde aquel en el que narra el derribo de la avioneta de Sandoval, pasando por los discursos de Marguerite y Ray en el auditorio, o por supuesto el relato mutuo de sus vidas que se hacen Marguerite y el Sujeto cerca del final. Un Sujeto (el alienígena observado permanentemente) que es además representante de una raza muy bien concebida morfológica y evolutivamente y que se desenvuelve en una sociedad y en un planeta consistentes y cautivadores.

Pocos peros pueden ponérsele a una obra tan redonda. El más obvio son las licencias pseudocientíficas que se permite el escritor con sus condensadores que autoevolucionan, y su poco justificable conexión con la Chica del Espejo. Tampoco me convenció el manido recurso a traumas infantiles para justificar los comportamientos de algunos personajes (Chris, Ray). Ni el uso en mi opinión excesivo de barbarismos. Poca cosa, en todo caso.

Estos defectos quedan prácticamente ocultos cuando, en el último cuarto de la novela, Wilson exprime todos los elementos de los que dispone y el lector no encuentra la forma de interrumpir la lectura. Con los méritos adicionales de incluir abundantes reflexiones y de dotar de un desenlace específico a cada personaje. Lo que evidencia tanto el talento de Wilson como la habilidad literaria que fue desarrollando conforme avanzaba su carrera. Casi casi un clásico del género.

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