domingo, 17 de junio de 2012

La odisea del mañana (1997). Charles Sheffield

Charles Sheffield fue durante las décadas de los 80 y 90 uno de los grandes nombres del género, junto con David Brin, Orson Scott Card, Dan Simmons y alguno más (incluyendo a su propia esposa, Nancy Kress). La mayor parte de su producción comparte los mismos rasgos de aquellos: son novelas correctas, literariamente actuales, bien caracterizadas, científicamente respetuosas y, sin embargo, escasas de ese aspecto esencial en la mejor ciencia-ficción: el sentido de la maravilla. Sin embargo, después de haber leído prácticamente toda su obra en español, puedo afirmar que "La odisea del mañana" (o mejor "Tomorrow and tomorrow", un título más ajustado a lo narrado) no adolece de dicho defecto y es, de largo, su mejor novela.

Sheffield parte de un argumento relativamente sencillo: Drake Merlin, músico de talento, observa impotente cómo su esposa Ana se está muriendo por culpa de una extraña enfermedad incurable, hasta que urde un plan consistente en congelar a su mujer justo antes de su muerte, y diez años después, convertido ya en uno de los grandes expertos en la música de su tiempo, congelarse él también. Su esperanza es que en el futuro alguien se sienta intrigado por sus conocimientos musicales hasta el extremo de despertarlo, dándole así la oportunidad de hacer él lo mismo con su esposa Ana, y quizá curar su enfermedad. Evidentemente el interés por su obra 500 años después existe, y Drake es despertado. A partir de ese punto, Sheffield teje una trama de proporciones universales, y la va enriqueciendo con toda suerte de detalles e ideas inteligentes.

Y es que la novela abarca desde el siglo XXI hasta el final del universo, pero conservando la unidad narrativa y dándole al lector un punto de referencia sencillo y comprensible para facilitarle el disfrute de lo narrado: el amor de Drake por Ana. Referencia que le permite presentar los distintos acontecimientos de manera lógica, siempre con inteligencia, buscando en la medida de lo posible la verosimilitud y con una dosis inesperada de acción y aventura en diversos pasajes. A diferencia de lo habitual en novelas que cubren un tema tan escabroso como la crionización y posterior retorno a la vida, Sheffield no rehúye las posibilidades del asunto, dando saltos temporales cada vez más largos (32.000 años, 14 millones de años), a través de los cuales muestra una ambiciosa y disfrutable panorámica del futuro: las representaciones virtuales de la realidad, los recorridos por el espacio conocido, los mecanismos de viaje interestelar e incluso las modificaciones sociales que se describen son ciertamente interesantes.

Como era de esperar, el tratamiento científico de la crionización es riguroso, prolijo en detalles y capaz de evolucionar plausiblemente en épocas futuras (como lo prueban conceptos como la descarga electrónica de la personalidad en un nuevo cuerpo, las múltiples duplicaciones de Drake como medio para alcanzar la inmortalidad, o su aún más impactate encarnación en distintas formas físicas para su adaptación y superviviencia en distintos y atrayentes mundos alienígenas como Graybill y Lukoris). Por otra parte, para cubrir tan inmenso marco temporal e incluir la creacción/destrucción del universo, Sheffield recurre a la Teoría del Punto Omega (el denominado escatón), que más allá de las dificultades teóricas que pueda plantear, le posibilita a Sheffield una forma plausible de cerrar el círculo de su creación. Y por supuesto insertarlo elegantemente en el marco de sus profundos conocimientos astronómicos, a los que incorpora el para él imprescindible concepto de cesura (esto es, un espacio en el que todo objeto que entra en ella es eyectado a otro universo).

Otros aciertos que no deseo pasar por alto son el estilo directo, el sorprendente ritmo de los acontecimientos, la concisión de la novela para la riqueza de lo narrado (menos de 350 páginas), la caracterización psicológica del protagonista, la cautivadora sensación que genera en el lector al explorar alguno de los lugares visitados (al estilo de "La ciudad y las estrellas", de Arthur C. Clarke), las reflexiones de hondo calado, o el gratificante tono optimista respecto al futuro de la humanidad en la galaxia.

El principal defecto de la novela es precisamente la historia de amor: por momentos la obsesión por salvar a Ana se vuelve tan repetitiva que la lectura puede llegar a ser en cierta medida frustrante. De hecho, puntualmente el amor queda reducido a una parodia de sí mismo, pues cuesta creer que sea tan intenso como para soportar tantos avatares en el espacio y el tiempo. Además, hacia la mitad de la novela Sheffield empieza a tocar conceptos y visiones de difícil aprehensión, lo que puede asustar a ciertos lectores. Y un detalle menor: el título de los capítulos es siempre una frase, que por desgracia a menudo revela más de la cuenta. No obstante, ninguno de estos peros afecta esencialmente al disfrute de una novela brillante, que injustamente no recogió ningún gran premio pero que creo que dejará un buen recuerdo en todo aquel que se anime a leerla.

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