viernes, 27 de enero de 2012

Un caso de conciencia (1958). James Blish



James Blish es uno de los autores de la época dorada de la ciencia-ficción menos conocidos en España. Y su novela "Un caso de conciencia", premio Hugo de 1959, su novela más representativa. Una novela cuya calidad es, a mi modo de ver, superior a su capacidad de atrapar al lector. Aunque paradójicamente es una obra que vuelve periódicamente a la memoria años después de haberla leído, por su sentido de la trascendentalidad y por el papel que otorga a la religiosidad en la condición humana.

Se trata de una novela correctamente estructurada en dos partes, de las cuales la primera es una auténtica maravilla. De hecho, el primer capítulo de la misma es prácticamente perfecto: el autor logra poner al lector en situación (se precisa la época, el lugar de desarrollo, los personajes, la problemática y el tono general de la narración). Así, nos enteramos de que en el año 2049 un contingente humano de 4 exploradores liderado por el padre Ruiz-Sanchez (biólogo y religioso jesuita) está sopesando la posibilidad de establecer una base en el planeta Litina, un planeta escasamente tecnificado que se encuentra habitado por unos extraterrestres que carecen de fe, sentido del pecado y creencia en la vida después de la muerte. Como vemos, el campo para las especulaciones de gran calado está listo.

Y efectivamente, a lo largo del Libro Primero (originalmente publicado años antes como una novela corta) se ponen de manifiesto casi todas las virtudes esperadas. En primer lugar, la certera elección de los 4 exploradores, cuyas ocupaciones y personalidades, divergentes sin llegar a ser opuestas, dan lugar a acontecimientos y reflexiones de gran interés. En segundo lugar, los Litinos, poderosamente atrayentes por su perfección biológica y su complejo proceso evolutivo. En tercer lugar, el profundo conocimiento de Blish sobre numerosas corrientes religiosas y filosóficas ( el cual constituye sin duda uno de los pilares de la novela) y al que se opone sabiamente el pragmatismo y el afán de poder. En cuarto lugar, el inteligente uso de la ciencia tanto a la hora de crear un planeta con una Naturaleza coherente como en el propio desarollo de la trama (especialmente la química, la fisiología y la biología). Otros logros que también pueden aplicarse a la segunda parte son la introducción de diversas referencias históricas "reales" y el estilo, conciso sin dejar de ser cálido. Únicamente puede reprochársele a esta primera parte la gran complejidad y longitud de algunos capítulos (derivada de su tremenda carga especulativa), las cuales exigen un esfuerzo extra del lector.

El Libro Segundo gira en torno a la figura de Egtverchi, el litino nacido en la Tierra tras el retorno de la expedición. En esta segunda parte, aun sin perderse la mayoría de las virtudes reseñadas, su relevancia queda diluida por la aparición de ciertos defectos: formalmente, la excesiva longitud de determinadas frases y capítulos; narrativamente, una situación en la Tierra que pese a estar correctamente explicada no se dimensiona con la suficiente profundidad para que el lector llegue a aprehender toda la problemática que se relata; y literariamente, cierta precipitación en los acontecimientos y en el desenlace. A cambio, es de reseñar la meritoria prospección que hace el autor de la trascendencia de los medios de comunicación (que aún no tenían hace más de medio siglo). Estos defectos hacen que el disfrute de esta segunda parte sea inferior al de la primera.

El libro se cierra con un espléndido apéndice en el que se completan todos los detalles científicos de la novela. Y que confirma que estamos ante una obra especial, pensada para lectores que buscan algo más que entretenimiento y totalmente alejada de la idea de ciencia-ficción como pasatiempo intrascendente que tan arraigada está en ámbitos como el cine o los videojuegos.

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